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Los hoteles recurren a estudiantes para cubrir puestos vacantes de animadores turísticos

A pesar de que la provincia de Cádiz sufre uno de los mayores niveles de desempleo de toda España y de que todo el país atraviesa la peor situación de paro en diez años, todavía es mayor la demanda de monitores que el número de aspirantes.

Tres turnos, comida y en algunos casos, excepcionales, alojamiento en el hotel. Alemán, inglés y un poco de francés hablado a la perfección; carácter jovial, y en numerosas ocasiones titulado universitario que busca un dinerillo extra, un sueldo de verano entre 500 y 1.100 euros al mes.

Esas podrían ser las características del animador turístico de los hoteles de la provincia este verano. De hecho, se estima que en Cádiz trabajan en estos momentos de plena temporada alta en torno a los 200 animadores, la mayoría de ellos sin titulación, y buena parte estudiantes que son captados por los hoteles para una ocupación sencilla pero que requiere también su formación.

Aunque no quedan plazas sin cubrir, las empresas se ven obligadas a recurrir a estudiantes y a personas sin preparación específica, con menos experiencia de la que precisarían. Todavía hay huecos para labrarse una profesión que necesita especialistas. Las vivencias de los que prueban sirven de estímulo a los que quieran intentarlo. El nivel de satisfacción es alto. «La mayoría llegamos aquí por que nos gusta el ambiente de trabajo. Yo empecé con 20 años y aquí sigo. Son ya muchos veranos». Son palabras de Yosey Lema, una de las animadoras que la cadena Hipotels tiene en Novo Sancti Petri. Ella, junto a sus compañeros, es la encargada cada día de organizar fiestas, hacer actividades en la piscina y la ludoteca, e incluso de entretener a los más mayores. Precisamente, la división oficial de animadores infantiles, deportivos y de tercera edad «aquí se respeta menos, porque afortunadamente tenemos que hacer de todo», explica entre risas.

Uno de sus compañeros, Abel Torres, tiene un perfil muy diferente al de esta animadora profesional, y representa otro de los aspectos más habituales en esta profesión; el hecho de que muchos de ellos no procedan directamente de la formación turística reglada. «Yo soy periodista, siempre me gustó la animación, hablo idiomas y aquí puedo trabajar varios meses al año», explica este joven chiclanero, que con un elevado conocimiento de alemán e inglés, se pasa el día organizando eventos para distraer a los más pequeños de uno de los grandes hoteles de lujo de la costa gaditana.

13.000 posibles clientes. Y es que Chiclana, con una planta hotelera que supera las 13.000 camas y una ocupación por encima de la media provincial este verano, se convierte en el principal reclamo laboral de quienes quieren trabajar en una actividad que ellos consideran «apasionante».

Además de un trato directo con el cliente, el animador turístico debe tener numerosos recursos, conocer juegos y actividades, y dominar el tempo del huésped, es decir, «permitirles el descanso o incrementar el ritmo cuando ellos demandan más actividad». La jornada de un animador puede comenzar perfectamente a las ocho de la mañana, con las primeras actividades para los más pequeños, sin duda los más inquietos de sus clientes. A media mañana la piscina gana enteros, y el agua se convierte en un aliado. «La pintura gusta mucho, así como las competiciones de todo tipo», explican.

Ya por la tarde y la noche, los adultos son mayoría; las fiestas en la discoteca del hotel son diarias; alli «no hace falta mucho esfuerzo porque los clientes se animan sólos», bromean.